Doméstica.
Me presenté a mi primer día de trabajo, un bonito vestido
pensé elegir para la ocasión. Desistí, me puse uno ya viejito.
La señora me recibió amablemente pero con cierta distancia.
Los limites debían ser claros desde un principio pensé.
Me explicó las tareas. También sobre lo más importante, que
era esto: Ella se ausentaría por tiempo indeterminado de viaje. Me enviaría un
cheque mensualmente el cual cubriría mi
sueldo y los gastos de la casa.
Acordamos todos los detalles. Esa primera noche dormí en el
cuarto asignado. Por la mañana, muy temprano vi por la ventana que daba a la
calle, un auto muy elegante con unos señores de traje, eran tres. La señora ya
estaba afuera. Subió al auto, ella me miró, creo sonrió, yo estaba tras las
cortinas. El auto arrancó y se fue.
Durante varios meses fue riguroso lo pactado. Ahora que todo
ha pasado, uso sus vestidos, me he teñido el pelo de su mismo color, uso sus
collares y pulseras. Y poco a poco me voy haciendo llamar por su nombre.
Tal vez contrate una muchacha, una chica cama adentro.
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